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El Partido Revolucionario Cubano y la concepción martiana de que en la unidad está la fuerza

San Luis, Santiago de Cuba, abr. 11, 24. _ “Los partidos suelen nacer en momentos propicios”, escribió José Martí inducido por el empuje de un pueblo aleccionado que proclamaba su emancipación. Por ello, y con la firme idea de juntar “almas y voluntades” en torno a la causa común de liberar a Cuba del yugo colonial español, el 10 de abril de 1892, proclamó la constitución del Partido Revolucionario Cubano.

Después del colapso de la Guerra de los Diez años y el fracaso de varias incursiones de rebeldía posteriores a la firma del Pacto del Zanjón, surgió esta organización como punto culminante de un proceso de búsqueda de formas organizativas viables, para alcanzar la independencia.

En sus documentos se plasmaban los fundamentos esenciales para la guerra y para la paz. Sin duda, Martí había hecho un aporte cardinal a la concepción revolucionaria de su tiempo, que se proyectó hacia el futuro.

Desde temprano insistió en la necesidad de que la Revolución no fuera presentada como el interés de un grupo determinado, ni de los afanes de una agrupación militar o civil, de una clase o de una raza, sino como producto de la “unidad nacional”.

Unidad a la que siempre acudió Fidel, en los momentos más difíciles del proceso emancipador con la guía y el liderazgo de un único Partido.

Al decir del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, el Partido Comunista de Cuba, tiene sus precedentes más honrosos y legítimos en el Partido Revolucionario Cubano, lo cual adquiere mayor vigencia en los momentos de peligros que vive la Revolución Cubana.

Aquella forja de una organización política hizo que José Martí concibiera de idea de que a través de un sólido Partido podía dirigirse y unificarse los esfuerzos de todos los cubanos en la lucha del pueblo por la independencia.

Décadas después, al frente de un proyecto socialista en el poder, Fidel confirmaba que el Partido es hoy el alma de la Revolución; sintetizando en pocas palabras su excepcional continuidad.

Martí no solo nos legó los ideales de justicia, independencia y unidad, también trajo hasta hoy la verdad de que las fuerzas de las revoluciones deben estar unidas en un mismo haz y la concepción de que en la unión está la fuerza.

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