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La bala que acabó con una familia

San Luis, Santiago de Cuba, jun. 5, 23. _ La noticia corrió como pólvora encendida por el barrio, pequeño y disperso, había trascendido los límites de Charco azul y La Huaca, ya en Los Negritos, La mandarina y hasta Bella Elisa todos comentaban y comenzaron las especulaciones.

Se acabó la mojazón, decían algunos, al fin le llegó la suerte, decían otros, los pobres, ellos que siempre han vivido tan mal algo bueno tenía que pasarles.

Mientras, en el ranchito señalado las caras habían cambiado, los muchachos que, parados todos, juntos parecían una escalera, aunque mocosos todavía y llenos de parásitos sonreían ingenuos, por el ajetreo de los mayores sabían que algo bueno sucedería.

Habrán comprado bacalao, preguntó uno, Rosita, la joven casamentera de la familia no podía dejar de pensar: “Ahora, tal vez, en la ciudad me encuentre un buen partido no ese negrito patiporsuelo que vive detrás de mi cada vez que voy a recoger café, total, fui yo quien se encontró el tesoro”.

Los viejos, por su parte, gastaban todo lo poco que tenían, el puerquito dejado para un imprevisto, y que había sobrevivido gracias a lo que él mismo gestionaba a la orilla del río, pasó a mejor vida y las dos o tres gallinas sobrevivientes estaban en veremos.

El padre llamó a Ramón, el hijo mayor, y le dijo serio, tienes que pensar en aprender a manejar porque un chofer no voy a contratar y ese maquinón alguien lo tiene que conducir y señaló para el patio, como si el auto se encontrara parqueado allí.

Todo había comenzado hacia cuatro días cuando un vendedor ambulante le dejó un jabón Candado al padre y Rosita aprovechó para ir a lavar al río. Cuando más entonada estaba cantando junto a otras lavanderas sintió algo duro en las manos y cuál no sería su sorpresa, una balita dorada, que es esto, mija eso es un premio le dijo una vecina y se soltó el pandemónium, la joven no pudo más, soltó los tres trapos, la batea y corrió entre las piedras para la casa, quería volar, aquello era una noticia, se acabó la pobreza somos ricos mamá, fue lo primero que dijo entrando a la casa y entonces explicó, por esto dan una casa con carro y todo y en el centro de Santiago.

Para qué contar más, los vecinos comenzaron a verlos diferente y algunos hasta planificaron, cuando vaya a los carnavales tengo donde quedarme, pero el viejo dijo tajante, allí no quiero desorden.

Pasaron los días que, por cierto, parecían meses cuando alguien escuchó en el único radio del barrio algo sobre la entrega de los premios allá fue el viejo con una cara de cumpleaños que daba risas y el representante de la firma todo entrajado y con una cara de jabón Candado le dijo es usted el elegido, ha sido usted agraciado con esta gran toalla blanca como un coco, la sonrisa se transformó en mueca y para qué detallar lo que pasó en el barrio, pero así fue.

 

 

 

 

 

 

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